Working Papers

Violence in Post-Revolutionary Mexico

Author
Gema Kloppe-Santamaría
Abstract

Despite the formal end of civil war and armed conflict, Mexico continued to experience significant levels of violence during the 1930s and 1940s. This period has traditionally been associated with the process of pacification, institutionalization, and centralization of power that enabled the consolidation of rule in post-revolutionary Mexico; a process epitomized by the marked national decline in levels of homicide that began during the 1940s and continued throughout the second half of the twentieth-century. However, the dynamics of coercion and resistance that characterized state-society relations during this period, particularly at the regional and local levels, reveal that violence pervaded all aspects of society and that it was perpetrated by a multiplicity of actors, including vigilantes, pistoleros, private militias, lynch mobs, military, police, and others, including violent entrepreneurs. Violence was used both as a means to contest the legitimacy of the post-revolutionary state project and as an instrument of control and coercion on behalf of political elites and local power brokers. Conversely, violence superseded the realm of traditional politics and constituted a central force shaping Mexican society. Violence against women in both the public and private sphere, violence driven by economic interests, and violence incurred in citizens’ attempts to control crime and social transgressions, reveal that citizens—and not only state actors—contributed to the reproduction of violence. Although violence in post-revolutionary Mexico was neither centralized nor exercised in a top-down manner, impunity and collusion between criminal and political elements were central to the production and perpetuation of violence, both within the Mexican state and within civil society. When examined in light of these two decades of the post-revolutionary period, the character and levels of violence in contemporary Mexico appear less as an aberration and more as the latest expression of a longer historical trajectory, uneven and nonlinear, of decentralized, multifaceted, and multi-actor forms of violence. 

RESUMEN 

A pesar de la ausencia formal de guerra civil y conflicto armado, México continuó experimentando niveles significativos de violencia durante las décadas de 1930 y 1940. A este periodo se le ha asociado tradicionalmente con el proceso de pacificación, institucionalización y centralización del poder que permitió la consolidación del régimen político durante el México post-revolucionario; un proceso marcado por la disminución, a nivel nacional, de los niveles de homicidio desde la década de 1940 y durante la segunda mitad del siglo veinte. No obstante, las dinámicas de coerción y resistencia que caracterizaron las relaciones Estado-sociedad a nivel local y regional durante este periodo revelan que la violencia, lejos de estar ausente, permeaba todos los aspectos de la sociedad y era perpetrada por una multiplicidad de actores, incluidos grupos de autodefensa, pistoleros, milicias privadas, turbas responsables de linchamientos, militares, policías y otros actores violentos. La violencia fue utilizada como un medio para cuestionar la legitimidad del Estado post-revolucionario, tanto como un instrumento de control y coerción por parte de élites políticas y operadores políticos a nivel local. Así mismo, el uso de la violencia iba más allá del ámbito tradicional de la política y constituía más bien una fuerza central que alteró las relaciones sociales y a la sociedad mexicana en general. La violencia en contra de las mujeres en la esfera pública y privada, la violencia motivada por intereses económicos, y el intento por parte de ciudadanos de controlar el delito y otras transgresiones sociales, ponen en evidencia que los ciudadanos – y no solo los actores estatales – contribuyeron a la reproducción de la violencia. Aunque la violencia en el México post-revolucionario no fue ejercida de manera centralizada ni de manera vertical, la impunidad y la connivencia entre actores políticos y criminales fueron elementos centrales en la producción y reproducción de la violencia al interior del Estado y de la sociedad civil en general. Al ser analizada a la luz de estas dos décadas del periodo post-revolucionario, el carácter y los niveles de violencia que caracterizan al México contemporáneo aparecen menos como una aberración y más como la expresión más reciente de una larga, aunque heterogénea y de ninguna manera linear, trayectoria histórica de formas de violencia descentralizada, multifacética, y perpetrada por una multiplicidad de actores en el país.