"Societal Preconditions of Corporatism and Some Current Dilemmas of Democratic Theory"
Abstract
This paper discusses some practical and normative issues linked to corporatist institutions of representation. The paper begins with a discussion of the problem of order in advanced capitalist societies. The failure of both the market and the welfare state to answer important needs within these societies has led to a new emphasis on social groups and representative interest associations. The author argues that the apparent appeal of these corporatist groups should not be overestimated. On the one hand, they may not function as well as many people have suggested. The corporatist groups may behave in self-interested ways rather than attempting to maximize societal objectives. Also, the potential for conflict rather than cooperation between groups is significant. On the other hands, even if corporatist mechanisms function well, their implications for democracy are of dubious value. Political institutions do not always provide effective channels for representing important concerns, and consequently extra-institutional political practices are sometimes needed. While corporatist institutions preserve the autonomy of societal actors, they frequently replace government regulation with corporatist regulation. Participation in corporatist decision making is generally determined not by rights of individual citizens, but by the functional weight of collective actors; this criterion institutionalizes a discriminatory bias against actors which are of no strategic significance. Corporatist institutions escape democratic legitimation, constrain rather than augment the potential for socio-economic change, and violate individualist notions of autonomy.
Resumen
Este trabajo discute algunos puntos prácticos y normativos ligados a las instituciones corporativas de representación. El trabajo comienza con una discusión de los problemas del orden en las sociedades capitalistas avanzadas. La incapacidad del mercado y del estado de bienestar para responder a importantes necesidades dentro de estas sociedades ha llevado a un nuevo énfasis sobre grupos sociales y asociaciones representativas de intereses. El autor muestra que la aparente capacidad de atracción de estos grupos corporativos no debe ser sobreestimada. Por un lado, ellos pueden no funcionar tan bien como mucha gente ha sugerido. Los grupos corporativos pueden actuar de modo estrechamente particularista antes que intendando maximizar los objectivos de la sociedad. De la misma forma, es significativo un mayor potencial para el conflicto que para la cooperación entre grupos. Por otro lado, aún cuando los mecanismos corporativos funcionan bien, sus implicaciones para la democracia son de valor dudoso. Dado que las instituciones políticas no siempre proveen canales efectivos para la representación de importantes inquietudes, las prácticas políticas extra-institucionales son a veces necesarias. A pesar de que las instituciones corporativas preservan la autonomía de los actores sociales, ellas frecuentemente reemplazan la regulación gubernamental con la regulación corporativa. La participación en el proceso de decisión corporativa está generalmente determinada no por los derechos de los ciudadanos individuales, sino por el peso funcional de los actores colectivos, lo cual institucionaliza un sesgo discriminatorio contra actores sin importancia estratégica. Las instituciones corporativas escapan de la legitimación democrática, disminuyen antes que aumentan el potencial para cambios socio-económicos, y violan nociones individualistas de autonomía.