Abstract
The Catholic Church in Colombia, like those elsewhere in Latin America, experienced considerable pressure from liberationist forces during the 1960s and '70s. In Colombia these forces have been successfully tamed within a coherent model of "neo-Christendom"-a form of conservative modernization in which tradition has been consciously wielded, the Church has combined organizational reform with the reassertion of a vertical authority structure, and the interpretation of the Church's social responsibilities has been limited to support of governmental reform and the teaching of general principles. During the 1970s and early '80s there was some rhetorical criticism of Colombian governments from the bishops, but it remained within the historical tradition of appealing to the consciences of the powerful rather than to the consciousness of the poor, and the unity of the Hierarchy was maintained towards the disciplining of clerical rebels. This corporate control over its own ranks has probably been the Church's major contribution to the stability of the oligarchical regime. By linking itself to the regime, however, the Church has become dependent on the regime's ability to preserve relative openness and legitimacy, both of which appear to be declining with the continuing challenge of armed guerrillas and the growing authority of the army. The Church has won ecclesiastical orthodoxy, but at the cost of autonomous social influence. Neo-Christendom may prove to be vulnerable to future change, particularly if the military were to come to power.
Resumen
La Iglesia Católica en Colombia, como otras en Latinoamérica, experimentó una presión considerable de parte de fuerzas liberacionistas durante los sesenta y setenta. En Colombia estas fuerzas han sido domadas dentro de un modelo coherente de "neo-Cristiandad"-una forma de modernización conservadora en la cual la tradición ha sido ejercida de forma consciente. La Iglesia ha combinado la reforma organizacional con la reafirmación de una estructura vertical de autoridad, y la interpretación de las responsabilidades sociales de la Iglesia ha sido limitada al apoyo a la reforma gubernamental y a la enseñanza de algunos principios generales. Durante los setenta y principios de los ochenta, hubo alguna crítica retórica a los gobiernos colombianos por parte de los obispos, pero ésta permaneció dentro de la tradición histórica de apelar a la conciencia de los poderosos antes que al conocimiento de los pobres, y la unidad de la Jerarquía fue mantenida para disciplinar a los clérigos rebeldes. Este control corporativo sobre sus propios rangos ha sido probablemente la mayor contribución de la Iglesia para la estabilidad del régimen oligárquico. Sin embargo, al respaldarse al régimen, la Iglesia se ha vuelto dependiente de la capacidad del régimen para preservar la apertura relativa y la legitimidad, las cuales parecen estar en declive con el contínuo desafío de guerrillas armadas y la creciente autoridad del ejército. La Iglesia ha mantenido la ortodoxia eclesiástica, pero a costa de una influencia social autónoma. La neo-Cristiandad podrá ser vulnerable a un cambio futuro, particularmente si el ejército llegara al poder.
