Working Papers

"Venezuela: Conservative Representation without Conservative Parties"

Author
Michael J. Coppedge
Abstract

Abstract

Why would a powerful elite ever consent to a transition to democracy? Democratic institutions would soon encroach on the interests of the privileged few if political equality were fully enforced. This dilemma is especially central to the study of democracy in Latin America, where social and economic inequality are so great that economic elites are often threatened by pressure to share their wealth and often have sufficient political resources to respond by having democratic governments removed. For this reason political scientists have long held that democratic regimes are more likely to survive where there are guarantees that the fundamental interests of economic elites will be protected, and recently some scholars have proposed that elite interests are best protected, and democracy best preserved, by successful conservative parties. There is no better illustration of the crucial role played by accommodation of elite interests than Venezuela's transition to democracy in 1958. Yet this paper argues that Venezuela has not had any significant parties since 1958 that were uncontestably conservative, nor can it be considered a societal corporatist system. Instead, during the first thirty years of its democratic regime, Venezuela developed effective ways of representing elite interests informally, centered around clientelistic relationships between individual politicians and family-owned economic groups. For decades these informal arrangements enhanced political stability. But they had unhealthy side effects-corruption and inefficiency-which grew increasingly worse, so that when the economic decline began in 1979 and the abuses became widely known, Venezuela entered a period of political instability. The author concludes that the reactions of the two major parties, AD and COPEI, together with their unprecedented defeats in the 1993 and 1998 elections, have opened a dangerous rift between the parties and the private sector.

Resumen

¿Por que una elite poderosa habria de consentir una transición a la democracia? Si la igualdad política rigiera en forma completa las instituciones democráticas pronto afectarían los intereses de los pocos privilegiados. Este dilema es especialmente central para el estudio de las transiciones a la democracia en América Latina, donde la desigualdad social y económica es tan grande que las elites son frecuentemente amenazadas por las presiones para compartir su riqueza y frecuentemente disponen de recursos políticos suficientes para responder a estas presiones haciendo deponer a los gobiernos democráticos. Por estos motivos, los cientistas políticos han venido sosteniendo que los regímenes domocráticos tienen más posibilidades de sobrevivir donde existen garantías de que los intereses fundamentales de las elites económicas serán protegidos, y recientemente algunos especialistas han propuesto que la existencia de partidos conservadores exitosos es la mejor protección para los intereses de las elites, y la mejor forma de preservar la democracia. No hay mejor ejemplo del rol crucial jugado por el acomodamiento de los i ntereses de las elites que la transición a la democracia en Venezuela de 1958. Sin embargo, este trabajo sostiene que Venezuela no ha tenido ningún partido importante desde 1958 que pueda considerarse inobjetablemente conservador y que el sistema social venezolano no puede ser calificado de corporativista. Por el contrario, dutante los primeros treinta años de su régimen democrático Venezuela desarrolló formas efectivas para representar informalmente los intereses de las elites, formas centradas en las relaciones clientelares entre políticos individuales y grupos económicos familiares. Estos arreglos informales incrementaron la estabilidad política durante décadas, pero han tenido efectos colaterales poco saludables -- corrupción e ineficiencia -- que han ido empeorando de modo tal que cuando comenzó la declinación económica en 1979 y los abusos se dieron a conocer, Venezuela ingresó en un período de inestabilidad política. El autor concluye que las reacciones de los dos partidos principales, AD y COPEI, junto con sus inéditas derrotas en las elecciones de 1993 y 1998, han abierto una peligrosa fisura entre los partidos y el sector privado.